viernes, abril 30, 2010

De traducciones.

Creo que es un tema obligatorio, considerando no sólo que en la literatura japonesa del siglo XX, los traductores han figurado en numerosas ocasiones... para dar un par de ejemplos conocidos, el protagonista de El grito Silencioso de Oé, y la de NP (y otros personajes también), de Yoshimoto.
No sólo porque Japón necesitaba incorporar modelos de otras culturas, como forma de conocer al enemigo, sino también como un interés por ese otro victorioso, así como en otros momentos se intentó complementar la cultura propia con herramientas ajenas.
La cuestión de la traducción, esa cosa tan borgeana, tiene que ver con cierta labor que estoy llevando a cabo independientemente. Realmente es una tarea ardua, y lo más difícil es poner esa otra forma de pensar y de expresar el pensamiento en una forma que sea inteligible para alguien que no está mirando los dos textos. Sencillamente, hay sutilezas que hacen particulares a las distintas lenguas. Un ejemplo por demás evidente, sería tratar de traducir ciertos juegos de palabras que hacen alusión directa a la forma fonológica de las palabras (haciendo que los palíndromos sean intraducibles, porque pierden su lógica de poder leerse en ambos sentidos indistintamente). Las frases hechas y las figuras histórico-culturales son otro ejemplo difícil de hacer entender con el texto. Ahí donde una novela histórica puede desenvolverse en su idioma nativo sin necesidad casi de notas, la traducción debe reponer cuanto pueda para el entendimiento y padecimiento del lector.
En cierto sentido, una traducción es una reescritura del texto. Los bagajes ideológicos y culturales de las palabras en distintos idiomas, las connotaciones y denotaciones que tienen y la capacidad referencial cambian notablemente. No sólo es retomar la posición de JLB de la ampliación de los sentidos, de las lecturas posibles, de los contextos de circulación, sino además, decir que en cierta forma es poner un texto en una boca ajena. La gracia sería que las palabras no sonaran extrañas. Pero eso no es más que una ilusión (necesaria).
Uno de los particulares planteos de NP (una de las cosas más atractivas de esta novela) es que hay cierta cuestión en la lengua nativa que no se puede traducir. Algo hace que los japoneses entiendan algo que los que no hablan el japonés como primera lengua no pueden entender. Ya sea porque tienen alguna experiencia común y pueden dotar a las palabras de un sentido profundo, vinculado a sí mismos, a un misterioso mensaje subliminal, o a que la lengua tiene algo en su forma que hace posible expresar algo de manera más perfecta (si existe algo así).

Tal vez se deba a mi incapacidad, a mi autoconciencia o a mi inexperiencia, pero yo no tengo mucha confianza en mi capacidad para interpretar y reexpresar el contenido de un texto de una lengua a otra. Mientras más uno lee más difícil resulta escribir. Debo estar haciendo algo mal, pero es como si el genio de los escritores se revelara cada vez más claro, mientras que las limitaciones propias se hacen más notorias y grotescas.
Traducir no es fácil. Traducir del japonés es difícil. Sobre todo cuando lo que para un japonés no resulta nada ambiguo, uno puede expresarlo de muchas formas; y cuando al contrario, un japonés puede distinguir matices y hacerlos relevantes... y uno se encuentra con una palabra demasiado vaga que los contiene a todos indistintamente, y ninguna palabra suficientemente específica.

Y uno corre, como si las palabras necesitaran salir, nada más para darse cuenta de que los japoneses simplemente piensan en otro orden, y tiene que dar vuelta las oraciones. Que son repetitivos, y lo que es apenas una partícula para ellos, son conjunciones que se repiten y abruman en castellano, haciendo que leerlo sea un constante "como", "porque" y "pero".

¿Cómo hacen los traductores profesionales? ¿Y cómo serán los originales de las obras más geniales que uno leyó en la lengua propia, pero que fueron escritos en otro mundo?

No entiendo cómo se hace esto. Me haré con la práctica o seguiré violentando textos.

Un abrazo.

viernes, abril 16, 2010

Oé (III)

Ayer me estaba preguntando por el valor de una obra autobiográfica. Por más ficcional que sea, Oé no deja de lado ciertas cuestiones personales, que recorren sus escritos desde el principio.
Naturalmente, la creación artística se puede nutrir de la experiencia. Pero así como lo empírico puede ser una gran fuente de inspiración, es también un límite.
Podríamos esperar que Oé escribiera algo diferente, pero ¿tendría sentido? ¿Podemos pedir que escriba algo diferente? ¿Se puede dejar de lado lo que uno considera más importante en la vida? ¿Un hijo? ¿Una relación conflictiva con los padres? ¿Los primeros recuerdos?
Otro aspecto es que, a pesar de esta aparente limitación, la obra de Oé tiene una gran variedad. Como si siempre hubiera algo más que decir, o una forma nueva de encarar los mismos aspectos de la vida. Probablemente, la riqueza de la vida (o de las personas) sea esa: que cada uno vive las cosas en una cierta forma particular.
No hay dos locos iguales.
Y la vida es tan estructuralmente parecida. La subjetividad.

martes, abril 06, 2010

Oé (I y II)

Buenas, hace un rato que no escribía.
Estuve ocupado, un poco. Empezaron las clases en la facultad y tal vez postee algo al respecto. Estoy cursando Literatura Argentina II (de nuevo), Literatura Alemana, estoy anotado en Análisis de los lenguajes de los medio masivos de comunicación, pero por diversas razones no voy a cursarla. Y no estoy anotado en el seminario de Introducción a la Literatura Japonesa, pero lo voy a cursar.
Sigue la parte a distancia del profesorado en lengua japonesa de Kyoren (Centro de cultura e idioma japonés en Argentina), y estoy en el Intermedio II en Nichia. Voy a tratar de intervenir en la forma de dar el curso... orientarlo más a mis propios objetivos. Usar este año para reforzar mis capacidades conversacionales para emprender el año que viene, si es posible, el principio del estudio para el 1kyu.

Y ahora, a lo que nos interesa. O me interesa a mí. Kenzaburo Oé (大江 健三郎). Antes que nada, algunos datos biográficos, para ubicarlo.

Nace el 31 de enero de 1935 en la localidad de Ose (en la actualidad es parte del Pueblo de Uchiko) de la Prefectura de Ehime, donde pasa su infancia y adolescencia hasta que, en 1954, se traslada a Tokio para iniciar la carrera de Filosofía y Letras. Finaliza su licenciatura cuatro años después, especializándose en literatura europea.

En 1958 recibe el Premio Akutagawa por su novela "La Presa", en la que narra sus vivencias infantiles.

En 1963 nace su hijo Hikari (luz), discapacitado por una hidrocefalia y condenado al autismo. Este acontecimiento se va a convertir en el eje principal de su vida y de su obra. Sus títulos más importantes, como Una cuestión personal, Dinos como sobrevivir a nuestra locura o El grito silencioso girarán, en mayor o menor medida, en torno al tema de su hijo, como también ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!

Las obras que leí de Oé son: La presa, El grito silencioso, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (publicado junto a Agüí el monstruo del cielo y Cuando él se digne enjugar mis lágrimas).
El primer dato que figura en la biografía es la fecha de nacimiento, significativa porque su infancia fue atravesada por la 2ª Guerra Mundial. La Guerra es el fondo de muchos de sus relatos, de forma más directa como en La presa, o con más distancia como en Cuando él se digne enjugar mis lágrimas.
Otros temas recurrentes de su obra son: el pueblo aislado, la relación conflictiva con los padres (padres ausentes, madres problemáticas), la locura, el hijo y la relación con el hijo, el retraso mental, la historia, en cierta forma el suicidio, la culpa.
En La presa, se percibe lo que la crítica ha destacado, Oé eleva al otro a una categoría mítica, en un momento en el que Japón había perdido a sus dioses. A partir del final de la Guerra, a partir de que el Emperador habla a los nihonjin como si fuera uno de ellos, como si no fuera descendiente de los dioses, puede decirse que los japoneses viven en un mundo desencantado. A pesar de los templos, a pesar del budismo y del shintoismo, la forma de ver el mundo ha cambiado radicalmente. Los dioses se han ido. A pesar de que la narración toma lugar hacia el final de la Guerra, la admiración y la ritualización de los pequeños menesteres del cautiverio, reemplazan un vacío que ya se siente.
Los niños, dejados por los hombres que fueron a la guerra o se dedican a sus oficios, separados de las mujeres que trabajan en las casas, descubren su libertad y sus límites. Las vivencias de los pequeños, a través de sus ojos, se ven magnificadas. El estado de aislamiento en que se encuentra el otro, la forma en que llegó, las responsabilidades de los protagonistas en su contacto con él, los acercan a la figura de sacerdotes de un nuevo dios caído del cielo.
Es una nouvelle de muy fácil lectura. La situación, la expectación, la costumbre y la naturalización se desarrollan de forma muy desenvuelta, percibiéndose en los personajes y sus acciones.
La siguiente obra que leí, El grito silencioso, si bien trata de prácticamente todos los temas importantes en su obra (o todos), no tiene un estilo muy regular... hay pasajes de intenso lirismo al principio de la obra, pero se ven opacados por largos pasajes prosaicos y en algún momento roza la previsibilidad.
La historia narra el viaje de dos hermanos a su pueblo natal y la investigación sobre los acontecimientos ocurridos durante una revuelta protagonizada por el hermano de su bisabuelo. A partir de esto ya vemos los temas del pueblo aislado y la historia. La guerra también se hace presente en el pueblo, ya que había una colonia de koreanos cerca de la aldea, y uno de los Nedokoro (un hermano mayor de los protagonistas) fue parte del ejército y murió en circunstancias extrañas que involucran a los koreanos. El protagonista tiene un hijo a quien abandona.
Un ribete autobiográfico de El grito silencioso es la dedicación del protagonista a la traducción del inglés. Como se señaló más arriba, el autor se dedicó al estudio de Literatura Europea en la universidad.
Otro tema que a veces figura en sus obras, es el del tuerto. El protagonista de El grito silencioso tiene la visión disminuida, y así también el narrador de Agüí. El retrato de la diferencia, de la diferencia funcional, se muestra claramente.
Creo que todo esto que estoy diciendo no debe convencerlos de que lean las obras en cuestión. El grito silencioso es una obra muy completa, en lo que hace a la literatura de Oé, trata todos los temas relevantes de su obra, aunque el tema capital (el del hijo) no esté tan presente como en los primeros dos cuentos de Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura. Tiene algunos de los mejores pasajes de su obra, con una condensación poética increíble. Asimismo, tiene fragmentos narrativos que no llamarán demasiado la atención, por contraste, pero el desarrollo de la historia lleva a los personajes hasta sus límites.
Pasando rápidamente al último libro, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura, Agüí y Cuando él se digne enjugar mis lágrimas. Los tres relatos son en su forma asombrosos. Puede que sean incluso mejores que El grito silencioso.
Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura trata sobre tres grandes temas, que en realidad son dos: La familia (madre e hijo del protagonista, con sus respectivos problemas) y la locura. La relación del protagonista con su madre y su hijo son puestas en primer plano, narrando sus desventuras, mostrando una faceta increíblemente humana y sensible en la desgracia que se siente propia. Asimismo, estos dos temas se tratan conjuntamente en la historia familiar, en el deseo de entender al padre ausente, al padre loco.
Agüí, es una historia extraña. El tema del padre del hijo con problemas neurológicos aparece nuevamente. Pero el narrador no es el padre, sino un empleado. A través de su mirada, se trata la locura, la necesidad de entender y de expiarse. Es un largo adiós, y es un intento de dar cuenta de algo que no se puede decir. Ahora que lo pienso, a mí me encantó este cuento.
Y finalmente, el cuento más largo del volumen. La reconstrucción de un loco de la historia de su generación, un hombre que vivió su infancia durante la Guerra, que vivió la locura de su padre, un enfermo imaginario que, convencido de su propia enfermedad, quiere narrar su vida antes de morir. Una narración atenta siempre a la oralidad, en la que el hombre habla de si mismo como si se viera desde afuera. Otra vez la historia, la locura, los padres, la Guerra.

Es un autor interesante, más allá de que a lo mejor habla demasiado de los mismos temas. Lo genial es que aunque hable de lo mismo, no dice lo mismo. A medida que avanza su carrera, (con lo poco que leí se nota) intenta aproximaciones diferentes, creando personajes únicos, que no se limitan simplemente a vivir determinados por los hechos, sino que los perciben con su propia singularidad. Personajes cuyo mundo interno aparece en sus conflictos con el mundo. Personajes que intentan entender la realidad y el pasado, aprehenderlos, hombres que se sienten enajenados o aislados, que captan la diferencia con el otro y sienten una extraña riqueza en ella.

Sigue vivo, tiene 75 años y está escribiendo algo nuevo. Espero ponerme al día en algún futuro.